Como colectivo empresarial tenemos el deber y la obligación de estar siempre en alerta y pendientes de la situación económica de nuestro municipio para lograr, entre todos, defender de forma efectiva los intereses de Arona.
Gracias al trabajo anónimo de todos y cada uno de nosotros, el municipio continúa consolidándose como referente económico y social dentro del archipiélago canario. Su desarrollo se ha apoyado principalmente en el turismo, el sector servicio y el empuje de un tejido empresarial cada vez más resiliente. Hoy más que nunca, es momento de reconocer la labor de sus autónomos, comerciantes y empresarios, mirar con objetividad la realidad y avanzar con paso firme hacia el futuro.
En el ejercicio 2025, el Ayuntamiento de Arona ha aprobado un presupuesto de 127,36 millones de euros, lo que supone un incremento superior a los 7 millones respecto al año anterior. Este crecimiento se está destinando a áreas esenciales como la promoción económica, empleo local, mejoras en infraestructuras y digitalización de servicios públicos. Ahora bien, nos preguntamos si es del todo correcta la distribución que se está aplicando y si está llegando de forma efectiva a los distintos sectores productivos.
La apuesta por la transformación tecnológica en Arona se traduce en una inversión de casi 6 millones de euros en proyectos digitales para mejorar la eficiencia administrativa, reforzar la transparencia y facilitar servicios inteligentes al ciudadano, con financiación mixta entre fondos públicos locales y europeos. Sin embargo, esta inyección millonaria tampoco termina de alcanzar al verdadero impulsor del desarrollo económico; cientos de familias que viven del comercio minoristas en muchos casos se ven abocadas al cierre ante la falta de los conocimientos adecuados para participar de esta “transformación tecnológica”.
Nos satisface saber que el turismo continúa siendo el pilar fundamental de la economía local del municipio, por cierto, circunstancia que no redunda en una evolución hacia un modelo más sostenible y diversificado como debería de ser.
Eventos de gran impacto, como el Carnaval Internacional de Los Cristianos, generan un retorno económico significativo —más de 6 millones de euros sólo en su edición más reciente— y atraen visitantes más allá del turismo de sol y playa. Sin embargo, nos volvemos a encontrar con una realidad nada oculta como que ese retorno económico no termina de aliviar la mala situación del comercio local. A la vez debemos reconocer que la reciente renovación de Arona como Destino Turístico Inteligente refuerza esta tendencia, apostando por un turismo más inclusivo, accesible y conectado.
En lo referente al ámbito social, se ha incrementado el presupuesto en más de un 4,5%, fortaleciendo la atención a personas mayores, dependientes y colectivos vulnerables; intentando consolidar un enfoque más humano y participativo del desarrollo local. En este punto nos volvemos en encontrar con el “muro” de la falta de una gestión efectiva en coordinación con el resto de administraciones para agilizar los trámites o mejorar las infraestructuras de carácter social.
Hay aspectos que no pueden ni deben ignorarse. Uno de los más apremiantes es la vivienda asequible. La presión del alquiler, especialmente en zonas costeras, ha generado situaciones extremas, como la presencia de trabajadores viviendo en tiendas de campaña. Este fenómeno no sólo es indigno, sino que contradice la propia sostenibilidad del modelo turístico.
Otro reto evidente es la desigualdad territorial dentro del municipio, como por ejemplo, en barrios como Cabo Blanco, La Camella o el Fraile, lugares que todavía padecen carencias en infraestructuras, transporte público deficiente y dificultades en el acceso a servicios o a vivienda. Además, el comercio tradicional y el sector primario, pese a su arraigo en el Valle de San Lorenzo y zonas rurales, necesitan medidas urgentes para no desaparecer frente al empuje de nuevos formatos de consumo.
Y, en línea con lo que ocurre en el resto del país, se ha detectado una pérdida de trabajadores autónomos en sectores como el comercio o la agricultura, al tiempo que crecen los relacionados con tecnología y servicios profesionales. Esta reconversión natural, aunque lógica en términos de modernización, deja fuera a muchos profesionales con gran experiencia, pero escasa capacitación digital.
Lo verdaderamente valioso es que Arona y sus gentes no se rinden. Sus empresarios, comerciantes y autónomos siguen dando lo mejor de sí mismos cada día. Adaptándose, reinventándose y arriesgando. Son quienes mantienen vivos los barrios, quienes generan empleo directo e indirecto y riqueza, quienes sostienen la economía local con una constancia que muchas veces no se reconoce ni aplaude lo suficiente.
El sector empresarial está vivo, en alerta y con ganas de avanzar, pero necesita iniciativas y mayor participación público-privada activa.
Ahora más que nunca, es tiempo de unir esfuerzos y confiar en nuestras capacidades colectivas. No se trata de pintarlo todo de color de rosa o negro, sino de ser conscientes de que hay recursos activados y que la dirección del municipio es adecuada, aunque insuficiente. Hay problemas, sí. Pero también hay recursos y soluciones que se tienen que ejecutar.
Por supuesto, también corresponde ser críticos cuando hace falta. Pero una crítica constructiva no debe olvidar algo esencial: los políticos que nos representan son el reflejo de nuestra sociedad. No caigamos en la queja cómoda. Exijamos, sí, pero empecemos por ejercer un voto consciente, informado y comprometido cuando toca y luego no nos lamentemos.
La responsabilidad de mejorar Arona es compartida tanto de quienes gobiernan como de quienes emprenden, de los que trabajan día a día, de quienes viven aquí… Y hay razones para pensar que cuando una comunidad como la nuestra está en marcha, no hay quien la detenga.